Según investigaciones aceptadas,
aproximadamente por el año 3000 a.C. habían tres grandes
grupos étnicos que poblaban América del Sur: el de
los andinos al oeste, el de los aruakos al
norte, y un tercer grupo, posiblemente más populoso, que se
ha denominado tupí-guaraní, con gran extensión
territorial. Al parecer, los tupí-guaraníes por esta época
han venido emigrando lentamente desde América Central, hacia
el centro de América del Sur, donde se habrían establecido
por mucho tiempo, desarrollando un conjunto de lenguas muy bien estructurado,
conocido hoy como el tronco lingüístico tupí-guaraní.
Se estima que antes del inicio de la Era Cristiana se generó
un nuevo movimiento migratorio expansionista, que produjo una escisión de
este grupo que nos interesa. Por una parte, los tupíes iban hacia el este,
hasta la costa atlántica, y hacia el norte, tomando el curso del
Amazonas y sus afluentes, desarrollando la lengua tupí. Por la
otra parte, el grupo de los guaraníes se movía hacia el
oeste y sudoeste, tomando la cuenca del Río de la Plata (ríos
Paraná, Paraguay y Uruguay), hablando el avañe'ê.
Nadie duda hoy que el medio de
comunicación de los tupí-guaraníes tenía
la misma base lingüística, pero la distancia entre las
parcialidades étnicas hacía que esta lengua primigenia
haya adoptado diversas peculiaridades zonales y dialécticas.
Como resultado, se han generado así un centenar de lenguas de notable
similitud unas con otras, integrantes todas de la gran familia lingüística
tupí-guaraní.
Los tupí-guaraníes,
dado el carácter seminómada que tenían, no dejaron
rastros materiales de opulencia como otras culturas amerindias (palacios,
templos, estatuas, etc., de los incas o los aztecas, por ejemplo).
Pero el legado cultural más valioso que nos queda de ellos es
un verdadero tesoro: la lengua, aunque sin escritura.
Por razones varias, entre las que se destaca la atroz
persecución por parte de los gobernantes portugueses, la lengua tupí
ingresó a una paulatina decadencia, en lo que hoy es el sur y este
de Brasil, hasta desaparecer (excepto una rama, el ñe'êngatu
del Amazonia). Mientras que, curiosamente, la lengua guaraní adquirió
una notable fortaleza en lo que hoy es Paraguay y zonas colindantes de los
países vecinos: nordeste argentino, sur boliviano y sudeste brasileño.
La economía de los guaraníes
estaba basada en la caza, la pesca, y la agricultura. La administración
social y de los bienes producidos en cada aldea estaba a cargo
de una autoridad patriarcal, el Cacique, bajo la
fiscalización de un Concejo de Ancianos. Se sabe que practicaban la democracia,
ya que los caciques eran elegidos, y en casos necesarios, también
destituidos. Para promover su candidatura, los aspirantes a cacique
realizaban justas de oratoria, esforzándose cada uno por congraciarse
con los votantes.
En cuanto a la religión,
se sabe que los guaraníes creían en la existencia de yvy
marâ'ÿ (tierra sin males), que al parecer significaba
el acceso a la inmortalidad. Lo curioso aquí es que no hablamos
de un alma inmortal, o vida después de la muerte, sino de una vida
inmortal en la Tierra. Hay quien menciona a esto como una de las razones
de sus migraciones: la búsqueda de la Tierra sin Males.
El recorrido de tan inmenso territorio permitió
a los guaraníes conocer a profundidad la flora de la zona,
estudiándola a su manera y aprovechando las propiedades medicinales de
las plantas. Pero, ¿por qué tanto empeño en conocer la flora?...
¿Quizás sea ésta la razón de las migraciones?...
¿Buscaban tal vez alguna planta que les proporcionara la inmortalidad,
o el aguyje, estado de perfección eterna?.
Sin importar los motivos que les haya conducido a estudiar
cada planta que veían, estos conocimientos fueron transmitidos luego
a los botánicos europeos, y como resultado de ello, el guaraní
ocupa hoy el tercer lugar en cuanto al origen etimológico de los nombres
científicos de las plantas, detrás del griego y del latín.
La cultura guaraní precolombina, al no dejar rastros
artísticos ni escritos, es de difícil seguimiento. Para lograr que
alguien pueda oír las historias originales de éstos, era necesario
ser uno de ellos. Así lo hizo Kurt Unkel (1883-1945), rebautizado con el
nombre de Nimuendaju (Alojado por sí mismo), por la comunidad
guaraní llamada Apapokúva, del Brasil. Unkel dio a conocer
en su Alemania natal el producto de sus investigaciones, que más
tarde llegaron a Sudamérica. Se trata de una leyenda acerca de
la Creación y del Juicio Final.
La mejor muestra de poesía precolombina guaraní
que disponemos ahora ha sido recopilada por León Cadogan (1899-1973),
narrada ante sus oídos tras haber sido adoptado por la parcialidad étnica
guaraní Mbya con el nombre de Tupâ kuchuvi veve
(Tornado de Dios). Este poema es el Ayvu Rapyta (Fundamentos
de la Palabra), una colección de textos religiosos y míticos,
que era transmitida de forma oral desde tiempos remotos, en sesiones grupales dedicadas
a la reflexión y difusión del conocimiento.
Este poema, considerado hoy día como una Enciclopedia de la vida
guaraní, se compone de 19 capítulos, como bien los diferenció
Cadogan. Los primeros cuatro tratan del Génesis, el origen de la Divinidad Suprema,
de la Primera Tierra, de los Hombres, y del Lenguaje Humano. Los siguientes cuatro
capítulos tratan de la Paternidad, de la Segunda Tierra, y del origen del Sol y la Luna.
El noveno habla de la Buena Ciencia contra los maleficios, el décimo
de la Medicina y las Pasiones (sí, la atracción sexual para ellos tenía
categoría de ciencia), y los demás tratan del discernimiento
entre bien y el mal, con consejos y normas de conducta.
Al parecer, los guaraníes (o al menos, los mbya)
daban a esta narración poética las mismas cualidades que los cristianos damos a la Biblia.
Como curiosidades, mencionemos la importancia que allí se da al lenguaje
hablado (como si fuera algo divino), la existencia de siete paraísos,
y que los animales y plantas también tienen alma.
Tanta era la importancia que los guaraníes asignaban
a la oralidad, que no existe vestigio alguno que nos muestre algún intento
de transmitir conocimientos por otro medio. El guaraní fue siempre una lengua
exclusivamente oral, y de gran expansión territorial. Los historiadores
concuerdan en decir que desde principios de la Era Cristiana, las lenguas del grupo
tupí-guaraní cumplían el mismo rol en América del Sur que
el latín en Europa: hasta los incas, y otros que procedían de otros troncos
lingüísticos, lo entendían.
Incluso hoy, en pleno siglo XXI, no es alocado pensar
que un paraguayo corriente que habla bien el avañe'ê (guaraní) pueda
comunicarse oralmente de manera práctica, ayudado tal vez con pocas señas
faciales o manuales, con un indígena del Amazonia que habla el ñe'êngatu
(dialecto del tupí), aunque las grafías de ambas lenguas son actualmente muy
diferentes entre sí. Esto es así, por supuesto, porque ambas lenguas
proceden de la misma raíz.
Llegan los europeos
La invasión de europeos a América del Sur
tuvo efectos desbastadores en la cultura indígena. De pronto, la milenaria
civilización tupí-guaraní tuvo que enfrentarse al
"descubrimiento" y la posterior "conquista" a que fue objeto por parte
de la codicia de quienes se creían dueños del mundo. Dada
su ubicación geográfica, los tupíes quedaron al arbitrio
de los portugueses y los guaraníes sometidos a los españoles.
Los primeros conquistadores españoles
ingresaron por el "Río de la Plata", buscando un camino para
llegar a las riquezas de Potosí, que pertenecían al
imperio inca, en el Perú actual. Por el camino, fue fundado el "Puerto
de Nuestra Señora del Buen Aire" (Buenos Aires), por Pedro de
Mendoza en 1536, y al año siguiente, el fuerte "Nuestra Señora
Santa María de la Asunción" (Asunción), por Juan de Salazar.
Los indígenas de Asunción, llamados carios,
se mostraron mucho menos hostiles que los de Buenos Aires, por lo que al principio
concentraron sus hombres en Asunción. Los españoles oían
que los carios mencionaban a menudo el vocablo "guaraní" (realmente
era guarini, que significa guerra), por lo que al parecer creyeron
que así se llamaba su raza, o en todo caso, así lo denominaron.
Los guaraníes,
aparte de ser hospitalarios, también conocían bien
la región y hablaban el lenguaje mayoritario, la lingua
franca de la zona. Los conquistadores españoles se dispusieron
en utilizar los buenos oficios de los lugareños para llegar
a los tesoros del Perú. Y lo primero que debían hacer
es comunicarse con ellos. Para ello, enseñarían el español
a estos "bárbaros"... ¿o se dispondrían a aprender
esta extraña lengua?.
Los guaraníes
ofrecían sus hijas a los españoles, como prueba de
amistad, y éstos, que vinieron inicialmente sin mujeres de
España, tomaron varias esposas cada uno. Así nacieron
los mestizos, productos del linaje cruzado. Cada uno de estos mestizos
aprendía el guaraní de su madre y el español
de su padre. De esta manera, la lengua guaraní empezó
a cobrar importancia, para desesperación de los conquistadores,
y los guaraníes se hacían cada vez más sedentarios
al ser la agricultura la principal actividad económica, impulsada por
los visitantes.
La lengua guaraní
ganó luego otra batalla cuando los españoles
querían implantar su religión, puesto que seguía
siendo la lengua mayoritaria, aunque muchos indígenas guaraníes
ya hablaran español. La religión católica vino
de Europa como otra herramienta para conquistar, o "civilizar" a
los nativos de estas tierras, con los franciscanos primero, y los jesuitas
después.
La "Provincia Gigante
de las Indias", con centro en Asunción, dependía
del Virreinato del Perú, pero al ser autosuficiente, empezó
a aislarse del poder español, y por consiguiente, tener problemas
con ellos. Como respuesta, se dividió la provincia en dos
y se estableció otro centro de poder en Buenos Aires, en 1617,
que le quitó a Asunción la supremacía en el dominio
de gran parte de las tierras, al establecerse ya dos provincias: la
del Guairá (o del Paraguay), con sede en Asunción, y la
Provincia del Río de la Plata, con sede en Buenos Aires.
Más tarde (1776), se crea
el Virreinato del Río de la Plata. La Provincia del Río de la
Plata pasó luego a ser la principal, al establecerse el Virrey en
Buenos Aires. Este virreinato gobernaba las provincias del Paraguay y del
Río de la Plata. Paraguay dejó de depender, entonces, del
Virreinato del Perú, y pasó a depender del nuevo Virreinato.
Por fortuna, no todos los
españoles hicieron lo posible para destrozar la cultura autóctona
de los guaraníes. Hubieron otros que trataron de aprender, y
al mismo tiempo, enseñar. Y parte de los conocimientos transmitidos
hizo que sus estudios fueran perennes: la escritura.
Empieza la escritura
Los mestizos se desenvolvían
mejor en guaraní, ya que era la lengua nativa de su madre y
de la mayor parte de su parentela, y utilizaban el español sólo
en los actos protocolares con sus jefes españoles. Las ordenanzas
de Asunción de 1598, por Hernando Arias de Saavedra, ya empezaron
a traducirse al guaraní (ese mismo año o quizás
el siguiente), para que tuvieran mayor alcance popular. Fueron los primeros
intentos hoy conocidos de darle al guaraní la forma escrita.
El idioma guaraní, otrora
exclusivamente oral, iba conociendo la escritura de manos de los españoles,
aunque lógicamente haya sido de manera muy ineficiente, ya
que se intentaba representar, mediante el alfabeto español,
sonidos del guaraní que aquél no poseía: en este
sentido hubieron muchas divergencias. Pero entre los franciscanos, y más
tarde, y especialmente, entre los jesuitas, vinieron filólogos
que empezaron a moldear la escritura del guaraní, estudiando su morfología
y sintaxis, elementos mucho más enriquecedores de una lengua que
la notación de su grafía.
En 1583 el Concilio
de Lima ya autorizaba traducir al guaraní el Catecismo
breve para rudos y ocupados, tarea que le cupo ejecutar al franciscano Fray Luis
de Bolaños (1539-1629) en 1603. Aunque no se podía decir
que el guaraní ya tuviera una forma escrita sólo por
estos hechos, al menos el camino a eso ya se estaba señalando.
Y Bolaños siguió transitando ese sendero, por lo que
se le reconoce como el que le dio la primera forma escrita a esta lengua.
Sus anotaciones gramaticales eran breves pero importantes para uso futuro.
En 1605 se crea
la "Provincia Jesuítica del Paraguay", con la venida de la
Compañía de Jesús. La orden de los jesuitas, de
misión evangelizadora, estaba conformada por personas de
la aristocracia, con elevados niveles de instrucción, que lograron
notable éxito en Europa en la enseñanza, principalmente
de las ciencias. Los jesuitas prosperaron con los guaraníes en muchos
ámbitos, y quizás el de la lingüística sea
el mejor progreso que pudieron dar a este pueblo.
Afortunadamente, los jesuitas eran mucho menos tolerantes
que los franciscanos al tratamiento que se daba a los indígenas.
Objetaban ese trato de semiesclavitud que les permitía las leyes
de la Encomienda, y lograron que se cambiaran las ordenanzas para un trato
más humano: fue la institución de las Reducciones, donde
los indígenas trabajaban de manera comunitaria y se instruían
con la ayuda de los jesuitas.
El jesuita Antonio
Ruiz de Montoya (1584-1651) fue un enamorado de la lengua guaraní,
y en pos de su estudio dedicó el resto de su vida, caminando
por la vereda que había iniciado Bolaños. El interés
que mostró Montoya más en estudiar el guaraní
que en enseñar otros conocimientos, es de grandísimo valor,
ya que le tocó trabajar con algunas etnias guaraníes en el
tiempo que sus lenguas no conocían de las impurezas que más
tarde fue adquiriendo del español.
La obra impresa
de Montoya acerca del guaraní está compuesta de tres
libros: Tesoro de la lengua guaraní (diccionario guaraní-español),
Arte y Vocabulario de la lengua guaraní (compendio gramatical
y diccionario español-guaraní), y Catecismo de la lengua
guaraní. Los dos primeros han sido pilares de referencia imprescindibles
a quien quería adentrarse al estudio de esta lengua, y lo sigue
siendo incluso ahora, 360 años después.
Es muy probable
que Montoya haya conocido los trabajos del también jesuita José
de Anchieta (1534-1597), un libro de gramática y diccionario de
la lengua tupí, publicado mucho antes, pero esto no le resta mérito
alguno. Incluso hasta hoy uno puede consultar a Montoya para
resolver dudas de etimología, o quizás para desempolvar
vocablos arcaicos en vez de crear neologismos innecesarios.
Las misiones jesuíticas,
con sus 30 pueblos, ocuparon lo que hoy es el sur de Paraguay y Brasil,
el noreste argentino, y el norte uruguayo. Ellos construyeron las primeras
imprentas del Río de la Plata, que funcionaban en Santa María
la Mayor, San Javier, y Loreto, donde imprimían libros religiosos
en guaraní con ilustraciones de artistas indígenas, y donde
hasta los mismos indígenas editaban sus propios libros... en guaraní,
por supuesto.
En 1750, tras la firma del Tratado de Permuta (de límites
entre los territorios de España y Portugal), siete pueblos del
margen izquierdo del río Uruguay (San Nicolás, San Luis, San
Lorenzo, San Juan, San Ángel, San Miguel y San Borja), pasaron a
formar parte del dominio portugués. Los guaraníes de estos pueblos,
que se resistieron a pertenecer a los portugueses, protagonizaron la llamada
"Guerra Guaranítica" (1756), de la que resultaron vencidos. Posteriormente,
España recuperó estos pueblos con el tratado de San Ildefonso.
Los jesuitas hicieron un gran trabajo durante 160 años,
logrando consolidar varios dialectos en una sola lengua general. La
enseñanza de las artes y las ciencias para los guaraníes
era dada en guaraní, siendo el latín y el español
sólo materias más.
Pero tanta difusión
del conocimiento por parte de los jesuitas, a más de promover
la resistencia de los pueblos guaraníes, no fue bien vista por la
corona española, que veía amenazados sus intereses económicos
por el grado de culturización que adquirían los indígenas.
Entonces, fue ordenada la expulsión de los jesuitas de estas tierras.
Hoy diríamos que esa expulsión fue muy injusta, y las actuales
Ruinas de sus fastuosas construcciones edilicias todavía están para
el recuerdo.
Si bien con la ida de los jesuitas
el guaraní conoció la penumbra tras haberse casi encandilado
con sus propias luces, ya no había forma de dar marcha atrás.
Los guaraníes "conocieron el pescado", y también "aprendieron
a pescar": el guaraní había dejado de ser una lengua meramente
oral.
El guaraní en la
independencia
Tras la ida de los jesuitas, la mayor parte de los
indígenas que integraban las misiones continuaba con el método
de trabajo comunitario y autónomo que venía desarrollando,
y fue insertándose paulatinamente a la sociedad de la Provincia
del Paraguay. Hubieron también indígenas que regresaron a los bosques al ser
abandonados por sus tutores. Unas décadas más tarde ya se respiraban
aires libertarios.
Uno de los grandes gobernantes
del Paraguay independiente fue Gaspar Rodríguez de Francia, conocido
como "El Supremo". Teólogo y abogado, este señor se hizo
respetar por su talento, justicia y honestidad. El Dr. Francia llevó
al Paraguay a transitar por la economía autosuficiente, apoyando
a los campesinos y a los pobres. Abolió la Encomienda y otros regímenes
opresores a los indígenas, estableció la educación
escolar gratuita, igualitariamente para hombres y mujeres, aunque esta
homogeneidad educacional no fue muy practicada.
En lo que aquí
nos concierne, sin embargo, al parecer Francia no aplicó
bien su talento, pues obligó a una población mayoritariamente
guaranófona, a una educación desarrollada exclusivamente
en español. Y esto condujo a que nuevamente el guaraní se
mantenga en la oralidad.
Lo curioso de esto es que Francia amaba el
guaraní: cuando le presentaron la letra de lo que sería el primer Himno
Nacional paraguayo, lo rechazó "por estar escrito en castellano, idioma
de chapetones", y posteriormente aprobó Tetâ Purahéi
(El Canto de la Patria), escrito por Anastacio Rolón, oriundo de Caraguatay,
no permitiendo su traducción oficial. Éste fue conocido como "el Himno
del Dr. Francia", y la versión en español se tuvo sólo después de su
muerte.
Rodríguez de Francia dejó
a su fallecimiento un país soberano e inmensamente rico, pero totalmente
aislado. Su sucesor, Carlos Antonio López, cambió esa política
en aras de la modernización. Contrató a centenares de
ingenieros y técnicos de Europa, y envió a paraguayos
(sólo hombres) a formarse allá: el resultado fue una industrialización
a gran escala, financiado con recursos internos. A esto acompañó
una revolución cultural sin precedentes, aunque mayoritariamente
masculina.
Pero López
definitivamente no era amante del guaraní. La enseñanza
y educación en general debía darse sólo en español.
Todos los libros, periódicos y revistas, asimismo, debían
de imprimirse sólo en español. Hasta llegó al colmo
de mandar sustituir todos los nombres y apellidos guaraníes de la
población, vía ley, por otros que sean de origen español:
fue la muerte de la identidad de los clanes guaraníes.
Aún así,
avasalladas, las fuerzas internas de la lengua autóctona no amainaron.
Las mujeres paraguayas, que eran las menos afectadas por el sistema educativo
impuesto, seguían educando a sus hijos en guaraní. Afortunadamente,
la ley no pudo ingresar en los hogares, y paradójicamente, el
patriotismo se forjó desde allí, con el dulce arrullo maternal
en guaraní.
Francisco Solano
López, hijo del anterior y que llegó a Mariscal, fue
el siguiente presidente de Paraguay. Este señor, que estudió
en Europa, reconoció al idioma guaraní como patrimonio
nacional, y lo utilizaba en todos sus discursos. Durante su presidencia,
el Paraguay tuvo que vivir una cruenta guerra, llamada "de la Triple Alianza"
(1865-1870), contra una coalición conformada por Argentina, Brasil
y Uruguay.
Durante esa guerra el guaraní
adquirió relevancia preponderante. Fue utilizado profusamente
por la prensa y en las comunicaciones militares. El mismo gobierno del
Mcal. López, contrario a las acciones del antecesor, alentaba las
publicaciones bilingües, y así aparecieron nuevos periódicos
que gustosamente hacían relucir el alma guaraní, publicando
poesías que trataban de animar a ese pueblo paraguayo que estaba
desangrando a borbotones. El guaraní se implantaba como un factor
de unión y consuelo.
La falta de uniformidad
en la grafía, especialmente para el uso del telégrafo
donde la celeridad era importante, hizo que en 1867 se reuniera una elite en Paso Pucú,
a instancias del Mcal. López. Se conformó así un urgente Congreso de Grafía,
para establecer normas de escritura con un alfabeto unificado que inmediatamente
se utilizó en tal Guarini Guasu (Guerra Grande). En ese grupo
destacaron Juan Crisóstomo Centurión y Luis Camino.
La población de Paraguay,
de 1.300.000 a inicios de esa guerra, se redujo a unos 200.000 al final
de ella, y de ésta, sólo el 10 % era masculina, casi todos
ellos ancianos y niños que no pudieron ir al frente. También
perdió gran parte de su territorio, que pasaron a formar parte
de la Argentina y el Brasil, zonas que hasta hoy son guaranófonas.
Fue así como Paraguay, de la gran riqueza, pasó a la extrema
pobreza.
Terminada esa guerra, y bajo
el dominio económico de los extranjeros (argentinos, brasileños
e ingleses) que plantaban su capital en el territorio paraguayo para
destrozar sus recursos naturales y utilizar mano de obra femenina barata,
el guaraní es nuevamente perseguido, por no ser el idioma de los
nuevos amos de las tierras. El argentino Domingo F. Sarmiento fue el asignado
a revisar el programa escolar, de manera a que "la lengua salvaje" quede
fuera de él, y Paraguay pueda incorporarse de nuevo a "la civilización".
Como era de esperarse, la
población no acompañó a la pequeña elite
gobernante, que estaba vendiendo su tierra y pisoteando su lengua. Siendo
el guaraní el único recurso no destruido por la guerra,
continuó coleando entre los continuos ataques de que era blanco:
el adjetivo "guarango" significaba "salvaje que habla guaraní".
Como resultado, los hablantes del guaraní en general detestaban esa escolaridad
foránea y nuevamente el guaraní retomó la férrea
oralidad de la que siempre fue orgulloso.
A principios del siglo XX
aparecen tímidamente algunas publicaciones que transmitían
el pensamiento guaraní, principalmente en forma de poesías
y canciones populares, y luego aparece el teatro de Julio Correa, gran
intérprete del pensamiento campestre. Una gran camada
de autores populares salió a luz, muchos de ellos utilizando un guaraní
muy puro, apenas con ciertos hispanismos necesarios, mientras que otros
han utilizado la expresividad del guaraní con frases enteras en español,
habla conocida como "yopará" (de jopara, que significa
mezcla).
El yopará empezaba
así a instalarse muy fuerte en lo escrito, desafortunadamente con
admisión popular, para desesperación de los lingüistas
guaraniólogos y los que adoraban la lengua autóctona castiza.
Este feo modo de hablar, propalado por los citadinos que presumían
de hablar el guaraní, ha sido transmitido desde entonces por los
medios de comunicación, degenerando la belleza nativa.
Desde 1932 Paraguay sufre
de nuevo otra guerra, esta vez contra Bolivia, antes de recuperarse de
la anterior. Conocida como la "Guerra del Chaco", ésta fue propiciada
por una compañía petrolera estadounidense ubicada en Bolivia,
que quería evitar que otra alemana explorara el territorio paraguayo
en busca de petróleo. Apoyados por ésta, los bolivianos
invadieron el chaco paraguayo.
Los paraguayos, al ver que
estaban siendo sacrificados por intereses totalmente ajenos, nuevamente
se refugiaron en la lengua guaraní, y otro auge poético vio
la luz, donde el tema principal era el patriotismo y la defensa de la patria:
para las canciones, son las del grupo Chakore purahéi (canciones de lo
del Chaco).
Cuentan que cierta ocasión
el ejército boliviano acudió a un indígena, también
boliviano, para la interpretación de mensajes paraguayos interceptados
por radio. Éste, al reconocer la lengua como la suya, sufrió
un ataque nervioso (real o simulado), de tal magnitud que no pudo traducir nada. Tal
era la unión y fidelidad que producía el idioma guaraní
entre sus hablantes.
La guerra de nuevo se sirvió
del guaraní para confundir al enemigo, y al terminar, con 50.000
paraguayos y 80.000 bolivianos de menos, Paraguay no recuperó todo
su territorio original, pero se quedó con una antología
poética llena de relatos y esperanzas. Y, una vez más, el
gobierno paraguayo siguió luego ignorándolo en las escuelas
y universidades, por varias décadas más.
A mediados del siglo pasado,
un cura español, Antonio Guasch, gran seguidor de Anchieta y Montoya,
publica sus propias investigaciones acerca del guaraní. Su obra
consta de una completísima gramática, El idioma guaraní,
al que luego agregó una antología de prosa y verso; y Diccionario
castellano-guaraní y guaraní-castellano. Guasch aportó
varias ideas a la nomenclatura gramatical, que luego fueron oficialmente adoptadas.
También por esa misma época, Anselmo Jover Peralta reúne el
vocabulario guaraní y las anotaciones de gramática guaraní dejados a su muerte por
Tomás Osuna, los enriquece, le agrega algunos apéndices, y publica el Diccionario
guaraní-español y español-guaraní. En el prefacio de esta obra,
Peralta se quejaba de la triste suerte del guaraní de esa época.
Por fin, la Constitución
Nacional paraguaya de 1967 reconoce la existencia del guaraní,
pero el idioma oficial sigue siendo el español. Aún así,
empieza lentamente una difusión oficial del idioma. Años
después algunos institutos empiezan a enseñarla con el apoyo
del Ministerio de Educación, a lo que seguiría en la enseñanza media
como materias complementarias, y los políticos de turno utilizaban
por doquier –tal como hoy– el yopará en sus campañas proselitistas.
En 1989 Paraguay sale de una
larga dictadura, y la siguiente Constitución Nacional (1992) ya reconoce
al guaraní como idioma oficial del país, en un mismo nivel
que el español. Inmediatamente se implanta su uso obligatorio en la
educación escolar básica, y luego en el nivel medio, con
una educación bilingüe. El guaraní ha sido reivindicado.
Se ha criticado mucho la manera en que las autoridades educativas
paraguayas están manejando actualmente
la enseñanza de esta lengua. Esto, principalmente en lo que se refiere al
enriquecimiento del vocabulario: hay quienes detestan la generación de
neologismos "en laboratorios", y otros que no ven con buenos ojos la creciente ola
de hispanismos provenientes del guaraní popular, el yopará, que utilizan letras
inexistentes en el alfabeto guaraní, y principalmente, atentan contra la
estructura silábica del guaraní original.